Ibi y Payá. Una economía basada en el juguete.

Hay muchas razones por las que me gustaría visitar España:

el Camino de Santiago, la Alhambra, la Sagrada Familia, el Thyssen, el Prado, el Reina Sofía, entre muchos otros lugares interés. Pero más allá de estos motivos tan clásicos y comunes — que son los mismos que atraen a millones de turistas —, hay uno muy especial:

Conocer Ibi.

Miniatura Payá de los años 30. Fuente: http://www.juguetes-antiguos.es

¿Ibi?, dirán quienes no estén muy familiarizados con el mundo del juguete. Bueno pues, Ibi es una villa enterrada en una verde comarca alicantina, en la comunidad valenciana, con paisajes muy similares a los de algunas zonas de nuestra sierra peruana, pero con una característica muy singular:

Consta en los documentos históricos que los últimos años del siglo XIX fueron bastante duros para los ibenses. Mientras en las grandes ciudades de Europa y América los habitantes disfrutaban de los lujos y progresos de la Belle Époque — o sea: la radio, la luz eléctrica, la vacuna contra la tuberculosis, la Aspirina® y, aunque no lo crean, la adictiva Heroína® de Bayer (en aquél entonces considerada como «analgésico y jarabe para la tos de los niños»)— en Ibi, la vida, que giraba entorno a la agricultura, se hacía cada vez más dura.

La tierra cultivable era muy poca, y para colmo, las pocas cuencas que permitían regar los sembradíos habían sido tomadas por un pequeñísimo grupo de personas. A la miseria se sumaba el desempleo, pues con tan pocas tierras cultivables, la mano de obra sobraba. Fue en este clima que una familia de hojalateros, guiada por el papá, don Raimundo Payá Picó (acuérdense de este nombre), vio una oportunidad.

Estaba claro que si los ibenses planeaban seguir dependiendo de la agricultura, iban a desaparecer. Urgía una diversificación industrial. Como casi siempre, los pocos potentados de la villa, que sí contaban con los medios suficientes, nunca se interesaron por poner en pié alguna industria distinta que ayudara en la creación empleos fuera del campo de la agricultura. El ingenio, casi siempre fruto de la necesidad, llegó de la mano de personas humildes que buscaban superar ese momento tan difícil.

La familia de Raimundo Payá se dedicaba desde hace años a reparar instrumentos musicales, relojes y fabricar objetos de hojalata como regaderas, platos y moldes, hasta que un día, utilizando el material sobrante, comenzaron a producir réplicas en miniatura de esos mismos objetos para ofrecerlas como juguetes en los mercados del pueblo y así generar más ingresos.

Señores, los espero en la próxima entrega si les interesa saber cómo los Payá transformaron Ibi…

Este post fue publicado originalmente el 05/09 del 2011 en la antigua versión de Diorama.

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