El crudo y los carritos

El oro negro, piedra angular de la automoción, ha estimulado la fantasía de las casas jugueteras desde épocas muy tempranas, dejándonos verdaderas joyas a escala de los vehículos dedicados al transporte y a la promoción de todo tipo de carburantes

Autobianchi Primula «Ricerche Petrolifere ELAF», Mebetoys (Italia), 1/43

Hasta hace pocas semanas, el precio del petróleo se desplomaba a niveles nunca antes registrados en su historia: cero (0) dólares (o menos) el barril. ¿Hecho coyuntural o verdadera señal de su impostergable decadencia? Hoy se habla de la necesidad de un transporte con cero emisiones y movilidad eco-sostenible; es nuestra deuda con el planeta. Sin embargo, el crudo sigue dando pelea por mantener vivo su longevo reinado, que ha visto sus épocas de esplendor durante todo el siglo XX, entronado por la creciente demanda de la industria automotriz y controvertidas transnacionales que amasaron gigantescas fortunas en base de su explotación y venta.

Cisterna «Shell», Schuco «Varianto», 1/40 aprox

Pontiac Chieftain «GULF», Brooklin Models, 1/43 (Colección Gonzalo Bozzo)

Casi todos los medios de automoción importantes siguen circulando gracias al petróleo y sus derivados, y así ha sido desde fines del siglo XIX. El mundo del automovilismo ha impulsado el consumo del petróleo, y el petróleo ha impulsado el consumo de automóviles, en una constante sinergia, ante la cual, el mundo de los autos a escala no ha podido quedarse indiferente, reproduciendo en sus miniaturas el encanto de la variopinta flota de vehículos que se diseñaron para transportar esa preciada brea que ha sido capaz de hacer la fortuna y desgracia de tantos pueblos y gobernantes.

Cisterna Panhard «ESSO», Dinky Toys France, 1/64 aprox

Cadillac 1906, promocional de Shell Italia (años 50), 1/43 (aprox)

Enrico Mattei, célebre industrial petrolero estatal italiano – fallecido en un incidente sobre el cual hay un mar de especulaciones -, acuñó, en los años 60, el sobrenombre de «las Siete Hermanas de la industria petrolera» para referirse a las entonces todopoderosas Standard Oil of New Jersey (ESSO),  Royal Dutch Shell, British Petrolium (BP), Standard Oil of New York (Mobil), Standard Oil of California (Chevron), Gulf Oil Corporation y TEXACO, a quienes acusaba de haber formado una especie de cártel petrolero dedicado a concertar precios altísimos para beneficio propio. El caso es que las Siete Hermanas, conscientes de la importancia de mantener una buena reputación ante el público, no escatimaron recursos en publicidad, llegando a interesarse en el mundo de los autos a escala, en los cuales vieron, al igual que muchas otras empresas, un inmejorable aliado para posicionar su marca en la mente de los niños, sus futuros clientes.

Cisterna «Petrol Tank Wagon» N°25d con logo genérico «Petrol», Dinky Toys, 1/50 aprox (talkmodeltoys.com)

Cisterna Studebaker trancisional «Petrol» (N° 30p) y «Mobilgas» (N°440), Dinky Toys, 1/50 aprox (talkmodeltoys.com)

Cisterna Ford C-6 «Texaco», TootsieToys, 1/40 aprox

Cisterna A.E.C. Mercury «Shell», Dinky Toys Dublo, 1/80 aprox

Cisterna Thornycroft, Lesney, 1/80 aprox

Aunque las miniaturas promocionales de compañías petroleras existieron desde la primera mitad de siglo XX, fue durante las décadas de los 50 y 60, con el perfeccionamiento de las técnicas de die-cast alcanzado por fabricantes como Meccano (Dinky Toys), Mettoy (Corgi Toys) y Lesney (Matchbox), que estas miniaturas comenzaron a vivir un verdadero verdadero auge, inundando el mercado de los autos de juguete con hermosas reproducciones a escala grande, como es el caso de la línea «Super Toys» de Dinky y «Major» de Corgi, así como algunos «Major Packs» de Lesney, además de una serie de complementos y accesorios como bombas gasolineras y estaciones de servicio.

Cisterna Bedford «MobilGas», Corgi «Major Toys», 1/43

Cisterna A.E.C. «Shell Chemicals», Dinky «Super Toys», 1/43 aprox

Cisterna Foden «REGENT», Dinky «Super Toys», 1/43 aprox

Bombas de gas «ESSO», Lesney «Accesory Pack» (N°1), 1/64 aprox (Colección Gonzalo Bozzo)

«Matchbox Garage» con algunos «grey wheels», Lesney (Colección Gonzalo Bozzo)

Rara cisterna Bedford promocional de Shell Alemania, Corgi Toys, 1/43

Aunque los grandes fabricantes ingleses de autos a escala como Dinky, Corgi y Lesney fueron predilectos por las petroleras importantes para promocionarse debido a la amplia distribución de sus miniaturas por todo el mundo, también los fabricantes más pequeños pudieron lucir los logos de las grandes petroleras en sus miniaturas, dejando espacio, en algunos casos, para las empresas nacionales.

Catálogo Mercury (Italia) promocionando las cisternas Viberti con distintos logos de petroleras (Gamas43.com)

Cisterna Fiat 682 «Supercortemaggiore», Politoys «Plast», 1/43 (carmodel.com)

Cisterna Saviem «British Petrolium», CIJ, 1/43

Un simpático grupo de cisternas Mercedes, Schuco «Piccolo», 1/87 aprox

Cisterna Pegaso «CAMPSA», Anguplas (España), 1/80 aprox

Cisterna Mercedes Benz «Shell», LEGO (Dinamarca), 1/80 aprox

MACK B61 «HESS», HESS Toys, 1/43 aprox (Colección Gonzalo Bozzo)

Cisternas Fiat 690 «Shell», «Total»y «GULF», que se regalaban en estaciones de servicio (amgmodels.com)

Tal llegó a ser el éxito de las miniaturas petroleras, que prontamente las empresas dejaron de pagar para colocar sus marcas en las miniaturas, y, en cambio, comenzaron a cobrar regalías para autorizar el uso de sus logos y nombres.

Entrados en la década de los 70, durante la primera crisis mundial del petróleo, y habiendo ya sucumbido todos los fabricantes de miniaturas ante las ruedas plásticas impuestas por Hot Wheels, los diseños cambiaron, la escala predominante se volvió la 1/64, y se dejó de pensar en mantener la fidelidad de los autos a escala respecto a los vehículos reales, para privilegiar la economía en su costo de producción.

Grúa Dodge «BP», Matchbox «Superfast», 1/64 aprox

Un simpático grupo de cisternas Matchbox «Superfast»

Cisterna MACK «ESSO», Corgi Juniors, escala 1/64

Cisterna Saviem «Aral», Majorette (francia), 1/70 aprox

Cisterna genérica, Playart (Hong Kong), 1/72 aprox

Cisterna «Shell», Hot Wheels, 1/64

Cisterna «Shell», Hude (Perú), escala 1/64 aprox

Cisterna Scania L111 «Agip», Galgo (Argentina), 1/87 aprox (87thscale.info)

Sin embargo, pese a la simplificación que sufrieron las miniaturas, los camiones y cisternas no perdieron su atractivo para los niños, por cuanto siguieron saliendo al mercado una vasta gama de vehículos pesados de juguete, con logos y colores oficiales de las petroleras, al menos hasta la segunda mitad de los años 80, época en que la industria de los autos de juguete decayó fuertemente.

En la actualidad, la producción de esta temática de miniaturas se encuentra ligada más al ámbito del coleccionismo que al de los juguetes, siendo la casi totalidad de ejemplares de origen Chino o asiático, como el resto de artículos que inundan las tiendas y también nuestras casas.

Citroën 2Cv «Esso Extra», IXO, 1/43

¿Dónde nacieron los Andin Box?

En la década de los 70, cuando Hot-Wheels ya se había convertido en líder de los 1/64 dentro de los Estados Unidos, Topper Toys decidió ceder la matricería de sus Johnny Lightning a los países del sur, dando origen a unos bólidos tan frágiles y raros, que resulta un milagro toparse con ellos

En 1971, la joint-venture conformada por Topper Toys (EE. UU.) y Triang Toys (Inglaterra) – que, por si no les suena el nombre,  fue el fabricante de los ultracotizados Spot-On -, cayó en bancarrota al no poder derrotar al gigante de Mattel, Hot-Wheels, con sus bólidos Johnny Lightning. La batalla había durado tres años.

Para recuperar algo de efectivo Topper no tuvo mejor idea que ceder sus matrices más allá de las fronteras de los estados del sur, llegando así a manos de la casa juguetera mexicana Lili-Ledy, que inmediatamente las aprovechó lanzando al mercado los «Bólidos Ledy». La batalla que pocos años antes se había dado en Estados Unidos entre Topper y Mattel, se repetía en tierras mexicanas con Lili-Ledy y CIPSA, que fabricaba localmente Hot-Wheels bajo licencia Mattel.

Si bien Lili Ledy era para entonces una de las marcas jugueteras más grandes y de mayor prestigio en México, la gran mayoría de sus productos se fabricaba en plástico, por lo que tuvieron que tercerizar la producción del zamak para los Bólidos, obteniendo como consecuencia unas miniaturas afectas de metal-fatigue, al día de hoy difíciles de conseguir en buen estado.

No se sabe con precisión en qué momento las matrices de Topper llegaron a Sudamérica, pero entre 1975 y 1976 la colombiana Metalúrgicas Von Armin, bajo el nombre comercial de «Chico Toys», comenzó a producir en su planta de Bogotá los «Andin Box». BASA, fábrica peruana especializada en la fabricación de plásticos, obtuvo los moldes de la pista «Indy 500» de Topper, con las respectivas gafas y casco, que comenzaron a producir localmente, rebautizando el set con el nombre de «Las 6 Horas Andinas».

Chico Toys decidió variar el nombre de los Topper para adaptarlos al mercado latinoamericano. Así, los Johnny Lightning que nacieron como Stiletto, Mako Shark o Jumping Jag, por citar algunos, al convertirse en Andin Box, pasaron a llamarse Arauco, Cotopaxi o Patagón.

Lo que no cambió, lamentablemente, fue la fórmula del zamak con que se fabricaron los pequeños bólidos. Metalúrgicas Von Armin, que ya antes había puesto en el mercado colombiano algunas copias de modelos Vilmer y Tekno (Dinamarca), que, además de tener un acabado estético bastante discutible, se caían a pedazos por el metal-fatigue, volvió a repetir el error con los Andin Box, haciéndolos prácticamente imposibles de encontrar completos y en buen estado en la actualidad.

Desde hace algunos años existe una polémica por el origen de los Andin Box. Persiste en ciertos coleccionistas la idea de que éstas miniaturas fueron fabricadas por BASA en Perú debido a que se ha encontrado folletería, publicidad y muchas piezas plásticas de Andin etiquetadas por la marca peruana; sin embargo, a inicios del 2018, el coleccionista peruano Marco Antonio Checa Funcke reveló el importante hallazgo de dos blisters originales Andin Box, en donde puede leerse claramente el siguiente texto:

«Producciones CHICO TOYS Aptdo. Aéreo 4790 Bogotá, Colombia«.

Sin duda alguna, los Andin Box fueron producidos en Bogotá por Metalúrgicas Von Armin (Chico Toys), mientras que los accesorios y complementos como pistas, cascos y gafas, al ser de plástico, quedaron en manos de la peruana BASA, especialista en el sector.

La evidencia sugiere que la producción de las miniaturas fue encomendada a la metalúrgica colombiana por la peruana BASA, creadora de la marca Andin Box para su comercialización en Perú y en Chile, por lo menos.

Los Andin Box representan un importante testimonio del die-cast sudamericano. Las variantes producidas son únicas en el mundo, y su alta fragilidad, además de volverlos sumamente escasos, nos pone ante el gran reto de garantizar la conservación de los ejemplares que resisten íntegros.

El Club de Autos a Escala del Perú celebra su XV Aniversario

La más antigüa asociación de coleccionistas y modelistas de autos a escala del país, eligió la sala Augusto B. Leguía del Parque de la Amistad para celebrar, justamente, la amistad que desde hace quince años los une en torno a una misma pasión 

Quince años han transcurrido desde que un grupo de amigos, apasionados de los autos a escala, se decidiera a dar un paso más allá de las simples reuniones privadas y formaran la primera asociación seria de coleccionistas y modelistas del Perú. La llamaron CAEP (Club de Autos a Escala del Perú), y entre una de las principales acciones que emprendió, estuvo la programación de exposiciones públicas que ayudaran a difundir el hobby.  Así nacieron las primeras muestras, doce hasta la fecha, donde cada año niños y adultos, que vienen desde todos los puntos de la ciudad, descubren con verdadera fascinación que, para divertirse con los carritos, simplemente no existe edad.

Las exposiciones se realizan una vez por año, y representan, con toda probabilidad, el evento público más importante en el Perú en cuanto a autos a escala se refiere. La variedad de piezas es impresionante,  y se pueden encontrar piezas de casi todas las escalas y épocas del die-cast.

Desde hace algunas ediciones existe también un pequeño espacio dedicado a la venta de miniaturas, que, sin embargo, no cuenta con gran variedad de piezas, dejando en claro que el evento es una muestra y no una bolsa de venta-intercambio, como las que existen en otras latitudes.

Una de las primeras piezas que llamó nuestra atención, fue un VolksWagen Beetle escala 1/45 de la colección de Miguel Montiel.

Se trata nada más y nada menos que de una pieza de la serie ‘Micro Racer’, fabricada por Schuco, cuando la firma alemana ya había sido comprada por su eterna rival, GAMA, en 1980.

Gama reeditó en esa época muchos de los moldes antigüos de Schuco, comercializándolos hasta bien entrados los ochenta en cajas que a veces no mostraban el nombre del fabricante. De este grupo de miniaturas, un gran lote fue despachado hacia los Estados Unidos, donde fueron comercializados por la Lilliput Motor Company, que los bautizó con en su honor.

Probablemente, la marca mejor representada en la exposición fue VolksWagen, pues además de contar con varías mesas dedicadas exclusivamente a los modelos de la casa teutona, no había colección que no contara con al menos una miniatura de la marca.

Sin embargo, de entre todas la réplicas de VW, destacaba un rarísimo y prominente 1600 fabricado en Colombia.

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Mercedes-Benz W196, CMC, 1/18

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En la muestra no podían faltar, por supuesto, algunas miniaturas de factura hi-end. Entre ellas destacamos dos clásicos de CMC en 1/18: Mercedes-Benz W196 y Maserati 250 F1.

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Maserati 250 F1, CMC, 1/18 #maserati #fangio #autosaescala

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También rondaban algunos modelos de Exoto, como esta linda reproducción del Lotus Type 49 en 1/18:

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Lotus Type 49, Exoto, 1/18

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O esta Ferrari 500 F2, acompañada por un tranquilo Ascari, también a escala:

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Ferrari 500 F2, Exoto, 1/18 #ferrari #ascari #exoto

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Para continuar en el ámbito competitivo, pero ya no en el hi-end, volteamos la mirada hacia un simpático set 1/87 fabricado por Schuco, que decidió reeditar algunos de sus clásicos modelos de la serie Piccolo.

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Ferrari 250 LM, Schuco, escala 1/87 #schuco #ferrari

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Ferrari 250 GTO, Schuco, escala 1/87 #Schuco #ferrari

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Pero como no todo en la vida es velocidad y deportivos de ensueño, junto a las aerodinámicas formas, estaban también las líneas cuadradas y sobrias, muy propias de los vehículos americanos y asiáticos desde fines de los 60, hasta bien entrados los 80. Como buen ejemplo, este Toyota Crown:

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Toyota Crown, Tomica, escala 1/64

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Toyota Crown, Tomica, escala 1/65

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Toyota Crown, Tomica, escala 1/64

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O esta pick up, Ford Kennel Club de Lesney, que inexplicablemente mantiene a sus cuatro cachorros Dóberman en excelente forma desde hace casi cuarenta años:

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Ford Pick Up 'Kennel Truck', Lesney 'Matchbox', escala 1/64 aprox

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Volviendo a Tomica, se presentó ante nuestro lente una pieza que, aunque no haya sido fabricada en Japón, realmente exuda niponidad por cada uno de sus lados:

Se trata del Mazda Cosmo 110 Sport, conducido por Misato Katsuragi, funcionaria de NERV, organización dependiente de la ONU, encargada nada más y nada menos que de salvar a la tierra del ataque los ángeles. Todo esto en el conocido ánime Neon Génesis Evangelion.

Entre las miniaturas recientes, llamó nuestra atención un SUV, de fabricante hasta ahora ignoto, promocional de la BX7 de Borgward, en escala 1/18, de bastante buena factura.

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Miniatura promocional del SUV BX7 Borgward, escala 1/18

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Miniatura promocional del SUV BX7 Borgward, escala 1/18

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También algunos 1/43, como el Mitsubishi Lancer Evolution X piloteado por Nicolás Fuchs en el Rally de Cerdeña, y un simpático Citroën DS3.

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Citroën DS3, Norev, escala 1/43 #citroën #citroends3 #norev

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Y algunos vehículos invitados, bastante llamativos.

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Transporte Acorazado Todo Terreno (AT-AT), Bandai, escala 1/144

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Las miniaturas de factura antigua tuvieron cabida de manera algo dispersa. Aún así, logramos disfrutar de excelentes piezas, especialmente gracias a un nutrido grupo de Lesney y Corgi Toys.

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Colección Sergio Manzor, Exposición CAEP 2017, 15 aniversario

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Jaguar D Type, Lesney 'Matchbox Series', escala 1/75 aprox

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Antes de finalizar la exhibición, los miembros del club, en presencia de algunos familiares, rindieron homenaje a Manuel Núñez Melgar, histórico miembro del CAEP que hoy no se encuentra más en vida.

Como todos los años, la muestra se cerró en medio de una gran concurrencia, la integración de muchos nuevos apasionados de autos a escala, y la promesa de volver, cada año con la misión de ir consolidando la afición en el Perú.

!Felicidades, CAEP!

 

El compromiso con las miniaturas.

Subirse al mundo de las réplicas a escala es iniciar un viaje que lleva más allá de lo que podría sospecharse…

Una vez iniciada la marcha, por el camino encontramos que estas miniaturas son cápsulas cargadas de historia. Así, de pronto, un autito se convierte en la excusa para contar la vida de un coleccionista, para analizar cómo cambiaron los gustos y costumbres de nuestra sociedad, o para constatar cómo ha evolucionado la ciencia, la técnica, la tecnología o la economía.

Pocos lo dirían, pero una miniatura de los años cuarenta puede sumergirnos, si seguimos el rastro de sus inocentes neumáticos, al drama de la explotación cauchera de la selva sudamericana; de igual manera, una extraña decoración, el uso de colores fuertes o un cambio mínimo en el diseño de un carrito, puede revelarnos los aprietos económicos en que se encuentra una gigantesca industria multinacional.

Serán pequeñas, pero las miniaturas son mucho más que un juego de niños. Y nuestro compromiso es demostrarlo.

 

José Luis Ramos

Fundador de Diorama

 

Actualidad: La movida limeña


La evolución del coleccionismo de autos en miniatura en el Perú ha sido marcada esencialmente por dos eventos: la masificación de Internet (primera década del 2000) y la aparición de «Deportivos de Leyenda», la primera colección de autos a escala lanzada a nivel nacional por el diario El Comercio (2005). Antes de estos dos eventos, podría decirse que el hobby estaba dominado sólo por una ‘élite’ de coleccionistas con gran conocimiento del tema o con altos ingresos, pues quien tenía la suerte de saber, hacía muy buenos negocios, mientras que quien tenía altos ingresos, podía adquirir las miniaturas disponibles en el mercado nacional o importarlas sin que el costo fuese una gran limitación.


Internet, con todo ese mar de información, democratizó el conocimiento e hizo que aumentara la cantidad de interesados en coleccionar. Como efecto adverso, hizo que los precios de las miniaturas disponibles en el mercado nacional se dispararan.


Aunque internet aportó notablemente a la extesión del hobby, el verdadero pistoletazo lo dió «Clásicos de Leyenda», pues por primera vez, en lugar de que uno buscara a los carritos, los carritos le interceptaban a uno a cada esquina, en los kioskos, haciendo que personas que jamás habrían pensado iniciar una colección, se aproximaran al hobby, y la iniciaran. Además, fue la primera oferta masiva que tuvo como target principal a un público adulto (aunque las miniaturas ofrecidas fueran juguetes).

Un surtido kiosko capitalino en la actualidad

Tras el relativo «boom» del coleccionismo de autitos, la ciudad que más ha salido beneficiada ha sido Lima, que es donde se concentra el mayor porcentaje de demanda y oferta.

Un Porsche Boxter S Welly de la colección «Superautos» de El Comercio (2010)

Hasta hace unos meses, la oferta estaba compuesta principalmente por colecciones ofrecidas junto a diarios locales (que se limitan a miniaturas  Welly y Maisto en escalas próximas a la 1/36) y por piezas importadas por los grandes almacenes o supermercados (Maisto, Welly, Hotwheels, Matchbox, y algún rarísimo avistamiento de Carrarama). En todo caso, piezas simples, destinadas prevalentemente a un público infantil. Sin embargo, un pequeño grupo de coleccionistas que ha refinado su paladar está impulsando un cambio, y es así que asistimos a la llegada de los primeros 1/43 Altaya de la mano de la importadora Riguse.

De izquierda a derecha: Bentley Speed Six, Citroën Mehari y Panhard Dyna, todas piezas distribuidas en los últimos años por Riguse.

Siguiendo el paso de los Altaya, han llegado hasta los kioskos capitalinos piezas de marcas verdaderamente exóticas:

Peugeot 308, Rastar-1/43
Chevrolet Suburban Carryall, Kinsmart-1/36 aprox


Visto lo visto, puede decirse que, si bien la oferta resulta más o menos variada, la distribución aún no llega a ser heterogénea y constante. El movimiento del coleccionismo de autos en miniatura está evolucionando, pero los distribuidores no han aprendido aún a seguir adecuadamente el ritmo de una afición que ellos mismos sembraron. Como consecuencia, vemos un panorama en el que los coleccionistas están poniéndose cada vez más exigentes (como es natural), y en el que las distribuidoras con más difusión y capacidad de marketing aún no comprenden que deben renovarse, pues insisten en proponer una y otra vez las mismas minituras en diferentes colecciones, algo que, a la larga, resulta bastante cansino.

Diorama

Este artículo fue publicado originalmente el 15 de febrero del 2012 en la antigua versión de Diorama:

 

 Post original

Reviews #2: Austin A40 Mk.I 1959 – CORGI VANGUARDS, 1/43

Ni bien nos enteramos que Corgi-Vanguards había decidido reeditar una de las más bellas piezas de su glorioso pasado inglés, corrimos a hacernos con una (y lo logramos gracias a un gentil amigo). Ahora nuestro lente examina la pieza para ustedes:

El Austin A40 MK.I ‘Farina’ en el París Motor Show del 1958
El modelo Corgi-Vanguards
 

El Austin A40 MK.I, también conocido como ‘Farina’  en honor al famoso estilista italiano que lo diseñó, fue presentado en el Salón de Londres del 1958. A Giovanni Battista ‘Pinin’ Farina lo contrató la British Motor Corporation, y le encargó la misión de rejuvenecer las lineas de los autos ingleses para hacerlos más apetecibles de cara a un mercado internacional cada vez más competitivo. Como resultado, ‘Pinin’ concibió un auto innovador para su tiempo, introduciendo por primera vez un concepto de vehículo utilitario con carrocería de dos volúmenes que sólo encontraría amplia difusión muchos años después.

 

En los tiempos mozos de Corgi – cuando la fábrica tenía sede en Swansea (Gales), hace más de medio siglo – la marca hizo una excelénte reproducción del vehículo.

Hoy, tras tantos años en el olvido, Corgi Vanguards hace justicia y nos repropone el A40 con una hermosa miniatura que, a diferencia de su antecesora, es la versión Countryman.


La miniatura llena verdaderamente los ojos. Corgi-Vanguards ha sacado del horno un modelo estéticamente perfecto, al que le donan realismo la correcta elección de colores (verde con techo negro, como en una de las versiones más populares del auto real) y las bellas ruedas color marfil del diámetro justo. Además, nos llenó de emoción ver que a este modelito se le ha dotado de suspensiones funcionales, tal y como sucedía con los mejores Corgi de los años sesenta.


En la máscara frontal encontramos el minúsculo pero legible logo Austin, mientras que en la parte trasera, donde notamos la falta de manijas,  vemos que las incripciones han sido delicadamente realizadas con tampografías. Al parabrisas le han sido aplicados, mediante fotograbado,  dos finos limipiadores.

El punto más reprochable de la miniatura podría ser el interior que resulta demasiado simple:

La parte baja de la miatura presenta, aunque sólamente en relieve, los principales detalles de la mecánica:

El Austin A40 MK.I de Corgi-Vanguards resulta ser un modelo que captura muy bien las lineas italianas del auto real, y que seguramente hará las delicias de los apasionados, especialmente de autos ingleses. Nosotros lo promovemos, teniendo en cuenta la relación calidad/precio, con una nota de 7.5 sobre 10 en la categoría de modelos profesionales.

 


Diorama

Ibi y Payá. Una economía basada en el juguete (parte 2).

Ahora sí, la segunda parte de cómo Payá transformó la economía de Ibi.

En la foto: reproducción de una tartana de Payá. Uno de los primeros juguetes fabricados por la casa juguetera de Ibi.

Nos habíamos quedado en el desolador panorama de Ibi a fines del 800: una sociedad agrícola que, paradójicamente, no podía vivir del cultivo, ya que las aguas de la cuencas más abundantes del lugar se habían vuelto exclusivas de los más poderosos de la villa.

Casi nadie cultivaba tierras de su propiedad, por cuanto no podían comer ni vender lo que cultivaban. Para más inri, en aquellos años el lugar sufrió una plaga de Filoxera.

Sobraba la mano de obra. Dicho en otras palabras: reinaba el desempleo.

Es en este difícil contexto que la familia Payá – que como les comenté en el post anterior, tenía gran experiencia en la hojalatería y la reparación de instrumentos musicales – vio la oportunidad.

En las zonas más industrializadas de España (Cataluña, Madrid, País Vasco etc.) y en los países más desarrollados de Europa (Francia, Alemania etc.) ya se fabricaban juguetes en serie de alta calidad, pero estos se habían convertido en un verdadero artículo de lujo que sólo podían permitirse los niños de clase alta. Para los niños de clase media, clase baja y para los de la zonas rurales, era algo prácticamente imposible. Al ver este inmenso vacío, los Payá, habiendo adquirido su primera máquina matriz, que trabajaba gracias a la fuerza de un burrito, comenzaron a fabricar pequeñas réplicas de utensilios de hojalata. Así nacieron las primeras regaderitas y los primeros, minúsculos, juegos de vajilla que terminaron en los mercadillos del pueblo.

En la foto: un mercado en Ibi donde se vendían los primeros juguetes de Payá (a 20 centavos la unidad).

Los juguetitos económicos tuvieron un gran éxito, y pronto la demanda comenzó a crecer. A inicios del siglo XX la economía española – aunque en manera mucho más lenta que en el resto de Europa – comenzó a mejorar, y las bodegas, bazares y almacenes de las zonas más beneficiadas con el desarrollo comenzaron a interesarse en los productos de Payá. El burrito ya no era suficiente.

Durante este período, Payá comenzó a contratar mano de obra, especialmente de Ibi. Hubo un momento en que eran más los ibenses trabajando en la industria del juguete que en la agricultura.

En temporadas de alta demanda, como la navidad o la fiesta de reyes, la demanda de mano de obra se incrementaba exponencialmente, algo que permitió a muchos campesinos combinar sus labores en la juguetería con el trabajo del campo, mejorando las condiciones económicas de sus familias.

       Un trencito Payá de 1916.

La empresa no se durmió en el éxito y, por el contrario, apostó por mejorar la calidad de sus productos. El mismo Rafaél Payá viajaba a Alemania y traía consigo los juguetes de más sofisticados que encontraba; luego, aplicando la ingeniería inversa, obtenía el conocimiento necesario para replicar la calidad en sus obras.

Para la primera década del sigo XX, la industria juguetera ibense ya era tema serio. Tanto había sido el éxito, que Payá abrió 4 talleres más, y en torno a cada uno de ellos nacieron industrias auxiliares locales que los abastecían de  materias primas.

Ya en 1912, gracias a la experiencia ganada en los talleres de Payá, un grupo de obreros decide crear su propia fábrica de juguetes: la A. B. Verdú, más tarde conocida como Rico.

A inicios de los 30, Payá llega al ápice de la que es considerada su época de oro: se convierte en una marca reconocida tanto dentro de España como en el resto de Europa. Aparecen piezas históricas que hoy se sitúan entre los juguetes de hojalata más bellos de toda la historia; piezas que, en un principio, habían sido copias de juguetes alemanes, pero que gracias a la imaginación de los Payá se reinventaron para convertirse en verdaderas obras de arte. Mejoraron mucho su técnica litográfica, donándole a sus piezas un cromatismo mucho más rico que el de sus similares alemanas. El siguiente paso fue la innovación.

El emblemático Bugatti de Payá.

En plena prosperidad juguetera, salta la Guerra Civil; esa triste historia que vería triunfador a Francisco Franco. Payá, como casi todas las fábricas de la época, da un vuelco en su producción, cambiando la producción de juguetes por la de cuchillos.

Pasada esta triste etapa, Payá siguió fabricando los espléndidos juguetes que sabía hacer. Nacieron nuevas obras de arte que hoy se han convertido en piezas de culto:

Citroën DS «Tiburón» de Payá. Años 60. Fuente: http://capitanmadelman.blogspot.com/

 

Ferrari 250 Le Mans de Payá. Años 60.
Ambas piezas han sido elogiadas por las casas constructoras de los autos reales.

El desarrollo industrial que comenzó Payá, y las industrias que luego se derivaron, transformó completamente a Ibi. Los trabajos técnicamente más complejos que la industria generó, eran mejor remunerados que la agricultura. Con una población obrera cada vez más numerosa, nacieron los sindicatos y organizaciones, fundamentales en la evolución del tejido social, pues tuvieron como uno de sus principales ejes el fomento de la educación para gran parte de la población. La alfabetización se volvió una prioridad. Las industrias, conscientes de necesitar personal cada vez más calificado, obligaban a sus trabajadores a asistir a la escuela nocturna, y en muchos casos costearon la educación de los obreros más destacados; todo por la noble tarea de crear juguetes.

Tras todo lo expuesto, y para culminar, cabe una reflexión.

En la actualidad, especialmente en un país como el Perú, nos hemos habituado a pensar que tal vez la única vía para que las poblaciones que aún son principalmente agrícolas alcancen el desarrollo pasa por la explotación de las materias primas de sus tierras; situación que trae consigo pasivos bastante importantes, como los conflictos sociales y medioambientales.

Tal vez sería hora de comenzar a buscar seriamente alternativas, que no sólo traigan un beneficio rápido y limitado, sino que creen una verdadera cadena de industrias anexas y servicios que, gracias al valor agregado de sus productos, puedan ser atractivas a nivel mundial y sostenibles en el tiempo.

Sinceramente, hacen falta innovadores.

Tiempo al tiempo.

El post original fue publicado el 26 de septiembre del 2011 en la antigua versión de Diorama:

Post original

Ibi y Payá. Una economía basada en el juguete.

Hay muchas razones por las que me gustaría visitar España:

el Camino de Santiago, la Alhambra, la Sagrada Familia, el Thyssen, el Prado, el Reina Sofía, entre muchos otros lugares interés. Pero más allá de estos motivos tan clásicos y comunes — que son los mismos que atraen a millones de turistas —, hay uno muy especial:

Conocer Ibi.

Miniatura Payá de los años 30. Fuente: http://www.juguetes-antiguos.es

¿Ibi?, dirán quienes no estén muy familiarizados con el mundo del juguete. Bueno pues, Ibi es una villa enterrada en una verde comarca alicantina, en la comunidad valenciana, con paisajes muy similares a los de algunas zonas de nuestra sierra peruana, pero con una característica muy singular:

Consta en los documentos históricos que los últimos años del siglo XIX fueron bastante duros para los ibenses. Mientras en las grandes ciudades de Europa y América los habitantes disfrutaban de los lujos y progresos de la Belle Époque — o sea: la radio, la luz eléctrica, la vacuna contra la tuberculosis, la Aspirina® y, aunque no lo crean, la adictiva Heroína® de Bayer (en aquél entonces considerada como «analgésico y jarabe para la tos de los niños»)— en Ibi, la vida, que giraba entorno a la agricultura, se hacía cada vez más dura.

La tierra cultivable era muy poca, y para colmo, las pocas cuencas que permitían regar los sembradíos habían sido tomadas por un pequeñísimo grupo de personas. A la miseria se sumaba el desempleo, pues con tan pocas tierras cultivables, la mano de obra sobraba. Fue en este clima que una familia de hojalateros, guiada por el papá, don Raimundo Payá Picó (acuérdense de este nombre), vio una oportunidad.

Estaba claro que si los ibenses planeaban seguir dependiendo de la agricultura, iban a desaparecer. Urgía una diversificación industrial. Como casi siempre, los pocos potentados de la villa, que sí contaban con los medios suficientes, nunca se interesaron por poner en pié alguna industria distinta que ayudara en la creación empleos fuera del campo de la agricultura. El ingenio, casi siempre fruto de la necesidad, llegó de la mano de personas humildes que buscaban superar ese momento tan difícil.

La familia de Raimundo Payá se dedicaba desde hace años a reparar instrumentos musicales, relojes y fabricar objetos de hojalata como regaderas, platos y moldes, hasta que un día, utilizando el material sobrante, comenzaron a producir réplicas en miniatura de esos mismos objetos para ofrecerlas como juguetes en los mercados del pueblo y así generar más ingresos.

Señores, los espero en la próxima entrega si les interesa saber cómo los Payá transformaron Ibi…

Este post fue publicado originalmente el 05/09 del 2011 en la antigua versión de Diorama.

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