¿Qué es Diorama?

 

Existen mil formas y opciones para coleccionar autos a escala, pero a nosotros… a nosotros nos gusta escarbar, investigar y llegar a los orígenes de esta hermosa pasión. Comenzamos como muchos, comprando los Hot-Wheels del supermercado y algo de lo que iba apareciendo poco a poco en los puestos de periódicos. Sin embargo, una cosa llevó a la otra, y llegaron a nuestras manos piezas de un tiempo en que los autitos a escala eran exclusivamente para jugar. Y aunque nacieron para jugar, si observamos con cuidado, podremos intuir que, dentro de las fábricas donde se producían estas miniaturas, habían adultos que de verdad le metían pasión a su trabajo. Existían románticos, enamorados de los autos. No podría explicarse sino, que para la realización de un simple juguete se emplearan los planos originales del auto real, o que algunas marcas del pasado le dedicaran grandes sumas de dinero a la investigación y patentes de nuevos mecanismos, accesorios y muchas innovaciones que terminaron por marcar el modelismo de hoy.

Era un negocio, es verdad. Pero así como se puede hacer un negocio con la única consigna de lucrar, tal y como sucede hoy en China, Malasia o Tailandia; también se puede hacer un negocio con cariño, ingenio y pasión. Y cuando uno observa las miniaturas vintage, encuentra tantos detalles, tanto conocimiento, tanta historia y dedicación, que no pude dejar de notar que detrás de ellas hubo alguien que realmente sentía cariño por lo que hacía.

Será tal vez que estas miniaturas son hijas de un tiempo en que quienes las ensamblaban y pintaban a mano, eran en buena parte mamás obreras de aquellos pequeños pueblos o distritos industriales de Europa, América o Asia, y mientras trabajaban, eran conscientes que esos carritos irían a parar a manos de niños que bien podrían ser sus hijos.

Las miniaturas del pasado (esas que hoy llamamos «vintage»o antiguas), además, nos aportan mucha información histórica de su tiempo; de las costumbres, las modas, la opulencia o las crisis de las sociedades en que se produjeron o comercializaron. Son como cápsulas del tiempo, dioramas a través de las cuales podemos observar y sentir lo mismo que sintió ese niño de hace varias décadas, cuando, después de hacer las tareas de la tarde, guardaba los cuadernos, sacaba los carritos de sus cajitas amarillas, y viajaba con la imaginación a un mundo donde sólo él sabía lo que iba a pasar. Hasta que el cielo oscureciera, o la voz de la abuela lo llamara para tomar el lonche, claro.

 

José Luis Ramos